Fábula de Jean De La Fontaine
Una golondrina había aprendido mucho de sus viajes (nada hay que enseñe tanto). Preveía nuestro animalejo hasta las menores borrascas, y antes de que estallasen, las anunciaba a los marineros.
Sucedió que, al llegar la sementera del cáñamo, vio a un labriego que echaba el grano en los surcos.
“No me gusta eso”, dijo a los otros pájaros.
“Lástima me dais. En cuanto a mí, no me asusta el peligro, porque sabré alejarme y vivir en cualquier parte. ¿Veis esa mano que echa la semilla al aire?
Día vendrá, y no está lejos, en que ha de ser vuestra perdición lo que va esparciendo. De ahí saldrán lazos y redes para atraparos.
Utensilios y máquinas que serán para vosotros prisión o muerte. Conviene, pues, prosiguió la golondrina, que comáis esa semilla. Creedme.”
Los pajaritos se burlaron de ella: ¡había tanto que comer en todas partes! Cuando verdearon los sembrados del cáñamo, la golondrina les dijo:
“Arrancad todas las yerbecillas que han nacido de esa malhadada semilla, o estáis perdidos”, pero los pájaros no quisieron hacerle caso.
Cuando el cáñamo estuvo bien crecido: “¡Esto va mal! exclamó la golondrina: la mala semilla ha sazonado pronto. Pero, ya que no me habéis atendido antes, cuando veáis que está hecha la trilla, y que los labradores libres ya del cuidado de las mieses, hacen guerra a los pájaros, tendiendo redes por todas partes, no voléis de aquí para allá; permaneced quietos en el nido, o emigrad a otros países: imitad al pato o la grulla.
Pero la verdad es que no estaís preparadas para cruzar, como nosotras, los mares y los desiertos: lo mejor será que os escondáis en los agujeros de alguna tapia.
”Los Pajaritos, cansados de oírla, comenzaron a charlar sin prestarle atención, y tal y como advirtió la golondrina, muchos fueron apresados.
Moraleja:
Así nos sucede a todos: no atendemos más que a nuestros gustos; y no damos crédito al mal hasta que lo tenemos encima.
Si no hacemos caso a los avisos, llegará el tiempo en que sea demasiado tarde para ponerle remedio al problema.