El objetivo de este tema es conocer el relato del sermón silencioso de Buda Shakyamuni, que forma parte de la tradición oral del zen o chan, su primer registro escrito data del año 1036 en China, los chinos literalmente lo llaman “Niān huá wéi xiào” o “Recoge flor, sonrisa sutil”.
EL SERMON DE LA FLOR
El Buda se encontraba junto a un lago en el Monte Grdhakuta [Monte Buitre], y estaba preparado para dar un sermón a los discípulos que allí se reunieron para oírlo hablar.
Mientras el Buda esperaba a que sus discípulos se acomodaran, se fijó en un floreciente loto dorado en las fangosas aguas cercanas.
Sacó del agua la planta – la flor, el largo tallo y la raíz. Entonces la sostuvo en alto para que sus discípulos pudieran verla.
Durante un tiempo se quedo ahí, sin decir nada, sosteniendo en alto el loto y mirando a las palidecidas caras de su audiencia.
De repente, su discípulo Mahakashyapa sonrió. ¡Había comprendido!
(Mahakashyapa es uno de los discípulos más famosos del Buda, su nombre, que significa en sánscrito “gran tortuga”, Kashyapa es el nombre del Buda previo a Gautama Buda según el Canon Pali.
El silencio del Buda y el entendimiento de Mahakashyapa que estaba más allá de las palabras y que se refleja en una sonrisa, en una flor que crece después de toda palabra, sin razón alguna, sólo como expresión de la transmisión de la luz.
Buda mostró la flor y guardó silencio. Mahakashapa y Buda sonrieron en una misma sonrisa: entre ellos hubo una sonrisa. Estuvieron perfectamente de acuerdo, en perfecta armonía, en relación perfecta, en perfecta confianza.
Cuando alguien mira y sostiene una flor, es sólo eso, una flor. ¡Tan maravillosa! Tan sencilla,.crece pura e inmaculada. Sin palabras, sin explicaciones, sin tragedias, sin drama, sólo es una flor. ¡Qué extraño y qué curioso! piensa Mahakashapa —una flor hermosa, delicada, muy efímera y, por ello, muy hermosa— uno entiende de inmediato y uno sonríe ante la elegancia de la explicación.
En cierta forma todo el sendero no sería más que la resonancia presente de este único acto: el silencio, la flor, la sonrisa… Silencio porque la verdad no puede ser dicha; flor porque cuando se logra comprender todo se percibe como la expresión siempre pura de la verdad, de lo que no cambia; sonrisa porque la alegría es el estado natural cuando se entiende que todo es perfecto, que todo siempre ha estado iluminado.
La flor es el despertar o la iluminación, Dogen el gran patriarca de la corriente Soto en Japón, señala que esta transmisión de luz es como “vertir agua en el océano y hacer que se esparza infinitamente, o como encender una lámpara y permitir que brille para siempre”.
No existe un medio fijo y particular para alcanzar el despertar o la iluminación. En realidad, todo constituye potencialmente un medio para lograr el despertar.
La verdadera trayectoria de la realidad va hacia la supresión de este sufrimiento a través del amor, que es nuestra verdadera naturaleza y nuestro verdadero propósito, a través de nuestro mutuo reconocimiento, de nuestro mutuo despertar compartido.
El Buda aconseja a sus discípulos: